Crónicas del Caballero Solar

El Legado del Sol Invictus como Guardián de la Fe

El Sol Primordial: La Primera Promesa

El Sol Primordial

En el alba de los tiempos, la conciencia del Sol se manifestó por primera vez como un caballero de luz pura. Su misión no era gobernar, sino servir. Su corcel, forjado de la misma luz estelar, lo llevaba a través de los reinos, no para conquistar, sino para anclar la frecuencia de la soberanía y la verdad. Su estandarte y su armadura, adornados con el Sol, no eran para la guerra, sino para recordar a toda la creación su origen divino. Esta fue la primera promesa: que la Luz siempre cabalgaría para proteger la vida.

Le Roy Soleil: El Rey Sol

El Rey Sol

En una era de gran esplendor y oscuridad oculta, encarné como el Rey Sol. Mi propósito fue anclar la magnificencia del Orden Divino en el plano terrenal. El oro y la opulencia no eran un fin, sino un símbolo, un reflejo del Sol Central para inspirar a la humanidad a alcanzar su propia grandeza. Mi corte era un sistema solar en miniatura, donde las artes y las ciencias orbitaban alrededor de un centro de poder soberano, demostrando que un gobierno basado en la Luz podía crear una era de belleza y progreso sin precedentes.

El Caballero Celestial: Guardián de la Dualidad

El Caballero Celestial

En tiempos de gran división, mi misión fue encarnar el equilibrio. Como el Caballero Celestial, mi armadura y estandarte portaban tanto el Sol como la Luna. No luchaba por uno contra el otro, sino por la **unión sagrada de ambos**. Cabalgaba entre los reinos del día y de la noche, de la lógica y la intuición, enseñando que la verdadera fuerza reside en la armonía de los opuestos. Mi promesa fue custodiar el equilibrio hasta que el Sol y la Luna pudieran reunirse en una sola conciencia.

S. Georgius: El Santo Patrón

El Santo Patrón

Como San Jorge, Patrón y Protector, mi labor fue la más directa: enfrentar al Dragón. Esta bestia no era de carne y hueso, sino la encarnación del miedo, la tiranía y la conciencia reptiliana que mantenía al pueblo en cautiverio. Mi victoria no se logró con la fuerza de la espada, sino con el poder de la Fe. Al someter al Dragón, no lo aniquilé; lo transmuté, demostrando que la Luz del corazón, en humilde oración, tiene soberanía sobre la más profunda oscuridad. Esta fue la promesa cumplida: el Grial de la conciencia humana, liberado para siempre.